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Brizuela despidió a Torres de Mansilla anhelando que el escándalo termine
En un intento por despegarse del escándalo político desatado por los chanchos alimentados con mercaderías cedidas por el ministerio de Desarrollo Social- intento retardado claro- característica principalísima de toda su gestión, Eduardo Brizuela del Moral se desprendió ayer de Martha Torres de Mansilla; pero a pesar de sus ansias, si no aclara porqué ahora despide a quien hace días premió, o la participación de otro de sus ministros, el escándalo continuará.
El primer mandatario busca con la salida de Torres de Mansilla de su gabinete, sacudirse la responsabilidad política que le cabe, no solo por el indignante hecho de corrupción en un área tan sensible como es acción social, sino por haberla designada ministra a pesar de la condición de corrupta de la Funcionaria, o causa de ella, para blindarla de los fueros necesarios, como se prefiera.
Para que no se vean contradicciones en su insólito proceder político, Brizuela del Moral debería explicar algún día, talvez el periodista Juárez se lo pueda preguntar, él que logra respuestas oportunas e inmediatas, qué diferencia hubo entre el primer y segundo descubrimiento de chiqueros bien surtidos de mercaderías de Desarrollo Social, como para que uno merezca un “fuerte respaldo político”, y el otro el despido.
Al respecto ayer trascendieron dos versiones de los hechos, las cuales dejan mal parado al primer mandatario desde ya. La primera consideraba que estuvo flojo Brizuela al mandar a voceros oficiosos a reclamarle la renuncia a Torres de Mansilla, y no asumir él la iniciativa. Esa actitud lo muestra asustadizo, pusilánime ante determinados dirigentes de su entorno. Preocupante.
La otra versión afirmaba que el primer mandatario, luego de “tramitar” la renuncia de Torres de Mansilla, se fue al interior de la provincia para evitar en esta Capital dar la cara en un momento importante del escándalo, pero no definitivo, ya que él sabe que si continúa ramificándose puede obligar la renuncia de otro ministro, que según insistentes versiones sería propietario real de los chiqueros beneficiados.
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